LA HISTORIA DE LA FORMOSEÑA BRENDA CAMACHO

En el Barrio Nam Qom, en las afueras de Formosa, también conocido como lote 68, funciona desde hace 20 años el Qompi Rugby Club. Su presidente, también director técnico, se llama Hilario Camacho y es padre de cinco hijos.
Hace casi diez años, una tarde calurosa de marzo, cuatro chicas se plantaron al costado de la cancha y, con un gesto, llamaron a Camacho. Cuando se acercó, lo desafiaron: «Nosotras también queremos jugar al rugby». El recuerdo le enciende la mirada. Hilario sonríe y, de alguna manera, revive sensaciones. «Para mí fue una gran sorpresa. Lo primero que pensé fue: ‘¿Cómo hago para entrenarlas?’. Nosotros los indígenas estamos acostumbrados a los golpes de la vida, a la discriminación. No podía decirles que ‘No’. Les expliqué que para arrancar tenían que ser entre siete y diez jugadoras. A los quince días volvieron: eran doce», cuenta Camacho.
Entre esas chicas estaba Brenda, su tercera hija. Tenía once años y unas ganas locas de practicar rugby, deporte que había visto jugar a los hombres de su familia desde que nació. «Moría por salir a la cancha, pisar y amagar para hacer un try», dice hoy Brenda. Su debut fue en un amistoso, el 4 de septiembre de 2010. Cuatro años después, a los 15, una lesión en la rodilla izquierda la obligó a parar durante tres meses.
El momento coincidió con una convocatoria de árbitros que lanzó la Unión Argentina de Rugby. «Ya que no podía jugar me postulé como candidata. Al principio no me gustó. No se parecía ni un poquito a jugar», explica Brenda. Igual le dio chance. Como iba al colegio, estudiaba para ser réferi en sus ratos libres y, de a poco, empezó a engancharse. «Arranqué dirigiendo las categorías infantiles. Luego pasé a M 14, donde arbitré mi primer partido oficial. Ahí la pasé mal: escuchaba gritos de todos lados. Un día me puse tan nerviosa que me acerqué a mi coach y le dije que me quería ir. ‘De acá no salís hasta que no termine el partido’, me contestó. Le tuve que meter fichas y seguir hasta el final», recuerda.

-¿Te insultaban?
-No, pero un entrenador cuestionaba mi trabajo. «¿Por qué la meten a dirigir a esta chica? ¡No entiende nada!», decía. Yo tenía 15 años. Nunca en la vida me habían gritado así: me desesperé. Mi coach trataba de hacerlo entrar en razón. «Está aprendiendo», le decía.
Son las 14.30 hs del martes 30 de abril y en el Club Newman de Benavídez Los Jaguares arrancan su entrenamiento. Van y vienen. Trotan a lo ancho de la cancha. Llevan las rodillas al pecho y, después, reptan sobre el pasto como si estuvieran escalando una montaña. Hacia el lateral de la cancha, Brenda Camacho se sienta sobre un banco de cemento junto a otras veinte jugadoras del Qompi Rugby Club.
Hace apenas un par de horas que llegaron a Buenos Aires en el marco de una gira de cuatro días que organizó Rugby Sin Fronteras, fundación que apadrina el club formoseño desde hace dos años. «Nuestro gran objetivo es conseguirles un terreno para que puedan construir su propio club, porque juegan en un predio que es también la plaza de la comunidad. Ahí no hay vestuario, ni baño, ni quincho. Por otro lado, buscamos empoderarlas y que recuperen el amor por sus raíces: la importancia y el valor que tiene ser aborígenes», explica María José Maestu, presidenta de Rugby Sin Fronteras.
Brenda lleva el pelo recogido con una cola de caballo y usa aros con perlas. Cuando sonríe, lo que sucede a menudo, se le forman hoyuelos los cachetes. Sin embargo, el 8 de junio de 2016, fecha en que cumplió 18 años, los hoyuelos se desdibujaron. Entró corriendo a la habitación de sus padres y los despertó entre lágrimas. El susto de Hilario y Miriam duró un par de segundos: su hija lloraba de emoción.
«Después del entrenamiento me dieron la noticia de que había sido seleccionada por la UAR para integrar el staff de árbitros. No podía creerlo. Agarré la bici y, camino a casa, empecé a pensar cuánto había deseado ese momento y de repente estaba sucediendo», recuerda Brenda, que, al día siguiente, fue ovacionada por sus compañeros de escuela. «En Formosa Brenda es bandera del rugby femenino. Ella está marcando un camino diferente, demostrando de lo que puede ser capaz una chica indígena», dice su papá. Sentada a unos pocos metros de su marido, Miriam (también jugadora del Qompi desde hace cinco años) destaca el esfuerzo y las ganas permanentes de mejorar que tiene su hija. «Nosotros tratamos de acompañarla y aconsejarla en todo. Como la vez que un jugador la quiso golpear. Eso me dolió», cuenta.
El episodio sucedió hace un año y, para Brenda, fue un cimbronazo. «Le cobré penal a un jugador que no había usado los hombros para taclear. Se quejó y, después de un rato, volvió a hacer lo mismo. Le saqué tarjeta. Antes de salir de la cancha, se acerca y me dice: ‘El tacle se hace así’. Y cuando dice: ‘Así’, amaga a pegarme. Lo frenaron los compañeros. No supe qué hacer. Me asusté al punto de no querer continuar con el arbitraje. Ahora pienso que tendría que haber seguido adelante. Pero en ese momento me ganó el miedo y, en vez de enfrentarlo, me alejé del club por tres meses», se lamenta.
En febrero pasado volvió a encontrarse con ese hombre del que prefiere no dar el nombre. «Me vino a pedir disculpas. Yo las acepté. Toda esa situación me volvió más fuerte. Hoy hago oídos sordos a los insultos y, si la paso mal, me apoyo en mi familia y en mis compañeras», dice Brenda que, actualmente, está cursando el profesorado de inglés. «Es el idioma principal de este deporte y manejarlo me va a abrir muchas puertas», dice mientras chequea en el celular las fechas del próximo partido que va a dirigir entre el 26 de julio y el 11 de agosto. ¿Dónde? Nada menos que en la Qualy de los Juegos Panamericanos de Lima, Perú. En eso se acerca Gonzalo Quesada, entrenador del equipo, e invita a las chicas a pasar a la cancha para hacer un intercambio de camisetas. Celular en mano, las más jóvenes del equipo se disponen a registrar ese momento que, coinciden, es «un sueño hecho realidad».
Rugby, mujeres y arbitraje
En la Unión de Rugby Argentina hay 49 árbitros mujeres. Trece son solo réferis, las otras 36 también son jugadoras. Seis integran el panel de árbitros nacional junto a Brenda Camacho. Según Bárbara Pichot, referente del rugby femenino y entrenadora de Barbirians: «En Argentina, las réferis mujeres tienen las mismas posibilidades que los hombres. La mayoría son ex o actuales jugadoras y profesoras de educación física», explica.
Con respecto al rugby femenino, Pichot dice que, si bien está cobrando notoriedad y adherencia por parte de las chicas, todavía hacen falta referentes mujeres para que puedan apoyarse en ellas.

Por: Flor Illbele del Diario La Nación

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