El Gobierno japonés y el COI anuncian el aplazamiento de un año de los Juegos Olímpicos previstos para el próximo 24 de julio por la pandemia.
La esperanza se mantiene. El lema es el mismo, solo los años cambian, como cambia y crece, y se acelera, la expansión a velocidad atómica de la pandemia del coronavirus por todo el mundo.
“Los Juegos Tokio en julio de 2020 serán la luz al final del túnel, señalarán el triunfo de la humanidad”, proclamaba hace solo una semana Shinzo Abe, el primer ministro japonés, que, este martes, repitió prácticamente las mismas palabras para anunciar que había decidido, de común acuerdo con el Comité Olímpico Internacional (COI), que la luz de Tokio 2020 brillará, seguro, pero no el 24 de julio de 2020, como estaba anunciado, ni en todo lo que queda de año, sino “en 2021, y no después del verano”.
“A la vista de las condiciones actuales, y por el bien de todos los deportistas, hemos presentado una propuesta para un aplazamiento de un año, de modo que se puedan celebrar de manera segura”, apuntó el primer ministro en una comparecencia ante la prensa justo después de mantener una teleconferencia junto con el estado mayor del comité organizador con Thomas Bach, presidente del COI. “Bach”, ha dicho Abe, “se ha mostrado de acuerdo con el 100%”. Ambos han acordado “cooperar para celebrar los Juegos como testamento al triunfo sobre la infección”.
Es el primer aplazamiento de unos Juegos Olímpicos de la era moderna en sus 124 años de historia. Debido a las guerras mundiales se cancelaron los de 1916, 1940 y 1944. Justamente los de 1940 le fueron asignados a Tokio, pero cuando Japón entró en guerra con China, el COI decidió que se organizaran en Helsinki en 1941. Finalmente, la Segunda Guerra Mundial pudo con todo.
Por cuestiones de mercadotecnia y de registros comerciales, y porque el logo con el 2020 se ha grabado ya en millones de objetos de recuerdo que aún no han salido de los almacenes, el nombre oficial de los Juegos de 2021 seguirá siendo Tokio 2020.
El COI aún no ha decidido la quincena exacta del verano de 2021 que ocupará Tokio 2020. Para hacerlo deberá negociar con las grandes federaciones internacionales, como el atletismo, la natación y la gimnasia, que celebran sus Mundiales (su gran fuente de ingresos, visibilidad y supervivencia) en los años impares. El atletismo, que tiene programados sus Mundiales de verano en Eugene (Oregón) del 6 al 15 de agosto, ya ha dicho que está trabajando para posponerlos a 2022; la natación debería celebrar sus Mundiales justamente en Japón, en Fukuoka, del 15 de julio al 1 de agosto, y la gimnasia, en Copenhague, del 18 al 24 de octubre. Los tres son los deportes básicos de los 33 que se disputan en los Juegos. Sus campeones —Bolt, Phelps, Biles— son siempre los reyes de unos Juegos que en Tokio acogerán a 11.000 deportistas de 206 países.
El COI deberá negociar también las fechas con la NBC y Discovery (Eurosport), las dos cadenas que cuentan con la mayoría de los derechos de transmisión de los Juegos para Estados Unidos y Europa. Por esos derechos, que representan el 75% de sus ingresos cuatrienales, el COI percibió cerca de 3.000 millones de euros.
El mundo del deporte y de la política, y los ciudadanos japoneses, aplaudió el aplazamiento inevitable, aunque ello suponga condenar a la humanidad a un verano sin competiciones deportivas, el gran entretenimiento estacional. Parece cada vez más complicada la celebración en julio del Tour de Francia, el acontecimiento que ameniza las siestas en vacaciones.
La presión de los comités olímpicos nacionales con más peso en los Juegos, como los de Estados Unidos, Australia, Canadá o Brasil, ya habían hecho insoportable el enroque de Bach, quien se había dado un plazo de cuatro semanas el domingo pasado para decidir sobre el aplazamiento. Fuentes cercanas a su ejecutivo quisieron, sin embargo, fijar una nueva narrativa revelando que todas las maniobras de Bach, quien ya estaba convencido de la necesidad del aplazamiento, estaban destinadas a convencer al remiso primer ministro japonés.
Centenares de deportistas que ya habían conseguido su billete para Tokio, tanto con su propia voz, como a través de sus representantes, habían solicitado también el aplazamiento recordando que en la mayoría de los países era prácticamente imposible entrenarse y revelando los estragos que en su salud física y mental provocaba la incertidumbre de no saber qué pasaría con un objetivo para el que se estaban preparando desde hacía años.
El presidente del Comité Olímpico Español (COE), Alejandro Blanco, prometió a los deportistas españoles que contarán un año más con las becas del Plan ADO que concluía en 2020. “Vais a contar con todo el apoyo, con todas las becas y todos los medios que necesitéis”, les anunció en un comunicado.
La llama olímpica, prendida con un rayo de sol en Olimpia llegó el fin de semana a Japón, donde permanecerá encendida e inmóvil hasta que en marzo próximo vuelva a ponerse en movimiento, la llama de la esperanza ahora, en la prefectura de Fukushima, la región que sufrió en 2011 los horrores combinados de un tsunami y un desastre nuclear.