Similitudes y diferencias entre Juan Martín Del Potro y Maravilla Martínez (FOTO), según el boxeo y el tenis respecto de sus actuales lesiones.
Por GUSTAVO NIGRELLI
Los une la misma dolencia, que se concentra en la articulación de la rodilla, quizás la más importante para cualquier deportista. Y, de más está decirlo, un nivel de elite al que llegaron otrora, cada cual en su deporte: boxeo y tenis, tan parecidos, aunque tan distintos en lo organizativo. Uno con contacto físico y el otro ejecutado mediante un elemento, mas sin embargo, análogos en todo.
Huelga mencionar los logros de cada cual, pero se impone examinar algo curioso: ¿por qué Maravilla Martínez, con casi 47 años y 6 de inactividad, puede seguir practicando un deporte de contacto como el boxeo, y Del Potro no uno sin contacto como el tenis, siendo mucho más joven (33 años), con apenas 2 y medio de ausencia en los courts, durante los cuales siguió entrenando?
Es que Del Potro, para decidir volver, no puede hacerlo yendo a un club de tenis de los que pululan por el mundo, o en el propio país, a elegir a un jugador federado a su medida, de determinada edad, que le pegue más o menos, ofrecerle una paga y contratarlo para hacer “un amistoso” –donde tal vez no falten condiciones-, disfrazado de “partido oficial”. Tampoco puede llamar (y pagarle) a algún umpire amigo ni a los jueces de línea, y organizar un espectáculo que hasta pueda ser un torneíto relámpago.
Del Potro -como cualquier tenista- debe someterse a un calendario preestablecido, jugar por sorteo con el que le toque, acatar la nueva posición en el ránking ATP -que dependerá de los puntos que no haya podido defender en el último año mediante una operación matemática-, acudir al lugar donde se juegue el torneo, jugar el día y a la hora que le toque, y someterse al veredicto de jueces imparciales, incluyendo el “Ojo de Halcón”, si lo hubiere.
Luego luchar contra su rival, contra su propio cuerpo, su lesión, sus años, su estado físico, su falta de ritmo, y que sea lo que Dios quiera. Incluso perder en 1ª ronda, aunque todo el mundo lo vaya a ver a él, haya pagado la entrada por él, o vea el partido a través de la plataforma que sea por él.
El tenis es serio y sincero (o al menos eso se pretende), y cuando hay amaños o alguna otra tropelía como doping, generalmente se descubren y los implicados la pagan con multas y suspensiones. Y no importa si hay que dejar afuera al Nº 1 del mundo por no acatar reglas.
¿Existirá alguna anomalía, engaño, tongo, o arreglo? Tal vez. Pero hay recursos para evitarlo, y hasta están prohibidas las complicidades; si alguien se entera de algo de eso, o fuera tentado, tiene la obligación de denunciarlo so pena de caer en la volteada si se descubre que no lo hizo.
En boxeo nada de esto ocurre. Uno puede organizar sus propios eventos, elegir rivales a gusto, ser boxeador y promotor a la vez de su propio espectáculo, es decir, el que le paga a todo el mundo, contrata a la TV, al árbitro, jueces y vaya a saberse cuántas cosas más del negocio que no vienen al caso, porque con estas sobran. El boxeo así funciona igual.
Parecidos, pero diferentes en los “detalles” que el público no ve, no se entera, o no le interesa. Boxeo y tenis, individualistas, narcisistas, solitarios, con perfiles bien definidos entre sus ejecutantes como los “pegadores” y “estilistas”. Con “retiros” y “despedidas” tan relativas, y repentinas reapariciones. Deportes tan bellos y sacrificados. Tan iguales en esencia. Tan distintos en su práctica