Por GUSTAVO NIGRELLI- A LA VERA DEL RING: En el KO a las Drogas de la semana pasada en el Casino Buenos Aires, volvieron a suceder episodios de desprecio a la prensa que despertaron viejos recuerdos, en una peligrosa conducta elitista que no debiera dejarse pasar. Que no se tire mucho de la piola. ¿O acaso hay algo que esconder?
Hace algo así como 35 años, el “Rengo” Beherens (Alfredo querido, Maestro, jefe de Télam), al que le faltaba una pierna pero le sobraban los huevos, se fue a las manos en el ring side de la FAB con Daniel Gómez –jurado y miembro de la entidad, luego creador y presidente de la WPC- porque ésta (la FAB) le quiso cobrar derechos para transmitir por Radio Buenos Aires a su amigo y compañero de equipo Santos Nicolini, quien en las oficinas de arriba también se había ido a las manos con los dirigentes y recibió un cabezazo en la frente y rotura de anteojos.
Ese día de 1988 no entró la prensa al estadio hasta que no se solucionara el conflicto. Y una vez resuelto, ni Santos, ni Beherens transmitieron por “ética”, pero los demás colegas los reemplazamos en distintas funciones (Marcelo González, Oscar Blanco, Roberto Petacci, Enrique Martín, y este servidor en los vestuarios, entre otros). Tocabas a uno, tocabas a todos.
La única “perla” hasta entonces había sido la expulsión de Julio Ernesto Vila del Luna Park a fines de la década del ’70 a manos de Tito Lectoure, pero era en otro contexto, sin democracia. Y era Tito. Y era el Luna. Y Julio en esa época no representaba a ningún medio nacional de peso, más que unos flashes radiales y colaboraciones en El Tribuno de Salta.
El cierre del Luna en el ’87, sumada a la incipiente democracia, recuperaron valores. Y andá a meterte con Vila, a presionarlo, increparlo, querer censurarlo. Agarraba el micrófono y te despedazaba.
El Negro Rivero lo amenazó de muerte una vez en un restaurante (Los Años Locos) por la década del ’90 tras una velada, a raíz de algo que dijo, y Julio le hizo un juicio penal y civil que se lo ganó.
La prensa casi toda (casi), se solidarizó con Vila en sus medios gráficos, y fueron varios los que a partir de allí se enemistaron con OR, guerra mediática incluida. Duró cerca de 10 años la cosa, sin cruzar un saludo. La represalia del promotor era acreditarnos lo más lejos posible, pero jamás la prohibición de entrar, ni la censura. Y eso que El Negro manejaba campeones mundiales.
El “Sordito” Fernández (Rubén) –cómo se te extraña, Gordo-, era otro de los que no se dejaba pisar el poncho. Por esa época, primero se trenzó en una discusión a gritos con OR en el bar de la esquina de Castro Barros y Don Bosco, y cuando lo acreditaron fuera del ring side para la velada Coggi-Barboza, les rompió la credencial en la cara, y ni siquiera fue al Microestadio de Lanús para no darle el gusto a nadie. Puteando se fue el Gordo.
A partir de ahí, por idea suya dejamos de mencionar el nombre Osvaldo Rivero en los medios. A la profesión se la defendía con uñas y dientes. Todo eso fue la base fundacional –sin darnos cuenta- de la UPERBOX.
Cabe aclarar que Rivero es el Papa Francisco al lado de lo que está pasando ahora, y que luego se limaron asperezas, con creces en algunos casos.
La cuestión es que siempre, en todos los casos, la cosa fue por haber denunciado irregularidades, mentiras o distorsiones, tanto en el caso de Beherens, como en el de Vila y el del Sordito Fernández, entre los más recordados.
Sebastián Contursi –cuando era periodista-, hoy mánager de Brian Castaño, tuvo sus problemas con Mario Arano, quien un día le impidió la entrada a un evento, no por una razón periodística, sino por un problema “de negocios” entre ambos. Arano usó (o mal usó) su “derecho de admisión”, pero duró una velada sola, porque actuó la UPERBOX.
En el último “KO a las drogas” de la AMB realizada en el Casino Buenos Aires el jueves y viernes pasado, por ejemplo no hubo jefe de prensa. Volvieron a brillar por su ausencia las gacetillas, retornaron las discriminaciones y limitaciones a periodistas y fotógrafos, y se acentuó una indisimulable falta de empatía, o tal vez de interés hacia ellos. Como si algo se escondiera. Perdón, ¿alguien tiene algo que esconder? ¿Alguien tendrá el culo sucio?
En este caso la responsabilidad se repartió entre TyC Sports, FAB y AMB, en una sociedad tripartita en la que cada cual se lava las manos y cuesta entender a quién reclamar. Es la táctica de moda para atenuar culpas cuando se sabe que las hay, y eso es premeditación, con consenso general, según parece.
A Carlos Irusta –un prócer en el periodismo de boxeo- se lo “acreditó” como “invitado”, algo que en el fondo es un insulto para nuestra profesión cuando aún estamos en actividad. Y nadie dice nada. Y se agacha la cabeza, y se obedece, y se acepta sumisamente, quizás porque se perdió la conciencia de “ser”. Otrora éramos el cuarto poder.
¿Qué nos pasó? Hoy la prensa de estas Fechas FAB, que no pertenecen a un promotor en particular, se maneja a través del Departamento de Marketing de la FAB –como si fuese lo mismo publicidad que prensa-, mediante advenedizos que no saben ni de boxeo ni de periodismo –ni les interesa saber-. Y se resalta el nombre de un tal Guillermo Carpintero –los demás no dan la cara por vergüenza-, a quien parece resbalarle todo porque desconoce la historia.
Se osó querer usar a la UPERBOX como responsable de las acreditaciones –arduo trabajo y que, como tal, debe ser pago-, para que ésta dijera “vos sí, vos no”, traicionando sus principios, en una absurda propuesta, rayana a lo indecente.
La degradación paulatina de la raza quizás sea la que la lleve a su inexorable extinción. Eso está escrito. Y el mismo destino parece sufrirán profesiones y especialidades morales como el periodismo, donde la decencia va dando paso al Cambalache de Discepolín, en el que “todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor”.
Palabras como ética, compromiso, respeto, responsabilidad y convicción, parecen valores devaluados anque anacrónicos, y lo peor es que seguramente sea así, dolorosamente. ¿Habrá que resignarse?
Hoy Tito no podría echar a Vila, por ejemplo. O sí, en este contexto. Pero sería una burla que cualquier personaje actual quisiera ponerse su traje (el de Tito). Y en todo caso, quien lo intentara, debería de mínima rellenarlo con una tonelada de pan duro, y curtirse el lomo con salitre y agua.