El cinematográfico triunfo de Alberto Melián (FOTO) el pasado sábado, con 7 caídas en el total del combate, marcó la posible resurrección del boxeo nacional.
Fue más que una victoria la de Alberto “Impacto” Meliánla del sábado pasado, frente al dominicano Frency Fortunato en Lanús. Y no porque haya sido ante un invicto pegador de 10-0-0, 8 KO, de jóvenes 23 años y pupilo del promotor de la velada (Payne Boxing).
Fue también “la pelea del año” quizás del resto del universo boxístico (al menos hasta el momento). Y la primera vez en la historia –que sepamos- que un boxeador argentino revierte 4 caídas en los primeros 5 asaltos, con justicia, pese a que nunca faltan los comentarios ligeros de quienes con escaso criterio hablaron de “robo”.
Toda la velada fue inesperadamente un baño de optimismo para el boxeo argentino. Como que se eligió ese día para marcar la cancha y decir presente en cada match, con la camada que hace tiempo se esperaba que explote (la de Río ’16), a través Alberto Palmetta, entre otros, quien con lógica ganó por KO 2 a través de un soberbio cross zurdo ante el mexicano José Herrera. Y con la de ahora, sintetizada con la explosiva aparición del santafesino Mirco Cuello, que ganó por KO 1 merced a una puñalada al hígado, ante el experimentado santiagueño Héctor Gusmán.
Tremenda noche la del boxeo argentino, por si no se lo quiere ver. Los ciegos que no percibían la crisis que asomaba tras los Maravilla, Narvaes y Maidana, hoy no son capaces de ver los brotes esperanzadores de figuras como Gauto, Ponce, Lemos, Nino López, TNT Maidana, Cuello, Arregui, Verón, Palmetta, Melián, Fernando Martínez, Yamil, Ramón Quiroga y algunos más, que no llegarán todos seguramente, pero tal vez varios, en distintos momentos, y darán que hablar.
Pero hay que detenerse en Melián, porque no era favorito. Porque enfrentó a una especie de Tommy Hearns de bolsillo que le llevaba una cabeza de altura y medio metro de alcance, que encima gritaba al pegar potenciando su efecto, y hacía parecer que agujereaba con sus guantes.
De no mediar una cuestión temporal, pensaríamos que las sagas de Rocky Balboa fueron inspiradas en la pelea Melián-Fortunato del sábado, aunque sin poder transmitir en la ficción todo el dramatismo que se vivió en la pelea real.
Siete caídas, 4 de Melián (dos en el 2º, una en el 3º, otra en el 5º) y tres del dominicano (dos en el 8º y una en el 10º). Hay quienes afirman que globalmente fueron 5 rounds para cada uno -cosa discutible, porque el 4º fue de Melián-, y se apoyan en eso para hacer una simplificación matemática y deducir que 4 caídas valen más que 3, y por lo tanto fue un “robo”.
¿No se vio cómo terminó Fortunato, exhausto, trabando por las piernas desde el 6º en adelante, coqueteando con la descalificación, tirándose al piso sin recibir golpes por lo sentido que estaba, cobrando a borbotones, mereciendo el KOT en el 8º y al menos un par de cuentas más si el arbitraje hubiera sido criterioso? ¿Les parece a estos “cráneos” que opinan con un fundamento básico, que los 5 rounds que perdió Fortunato –de haber sido sólo 5- fueron comparables a los que perdió Melián?
Se respeta el estilo de llevar tarjetas tipo “lectura fría”, contando caídas y dominios sin ponderar el cómo; pero lo que repugna es que desde esa precariedad de recursos se tilde de robo a la arquitectura más analítica y precisa de las situaciones de ring, tal como piden los propios organismos internacionales, para que los jueces salgan del genérico 10 x 9 que iguala lo mucho con lo poco cuando no hay cuenta, y se animen a poner 10 x 8 aunque no haya caídas, si la paliza del round lo amerita, dado que en esos reglamentos no existe el medio punto, ni la cuenta de pie.
Melián debió haber ganado dos veces antes de hacerlo por puntos: por KOT y por descalificación. Pero lo tuvo que refrendar en los números, y lo hizo con justicia gracias a los buenos oficios de Gorini y Letizia, que dieron 92-91, porque de no ser así hubiese sido una aberración interpretativa de lo que es el boxeo. Bokser (94-90, también para Melián), se “comió” 1 cuenta para Fortunato, lo que dio a pensar que tuvo animosidad y permitió que se generalice.
Lástima que los medios gráficos y deportivos convencionales, tan atentos a las denuncias contra boxeadores –a veces falsas- no reflejaron la hazaña ni se hicieron eco como la ocasión ameritaba. Qué pena. Semejante gesta y apenas gastaron unas líneas.