La decisión del Avión Gauto de romper el contrato con OR Promotions y firmar con el Chino Maidana puede revolucionar la organización interna del boxeo argentino.

Por GUSTAVO NIGRELLI (especial para A LA VERA DEL RING).

Ni jueces, ni defensores. Tras la bomba que explotó la semana pasada, se impone una lectura profunda y un análisis de campo que va más allá de los dos protagonistas.

La promesa más firme del boxeo argentino actual, el joven bonaerense Agustín Gauto, de la noche a la mañana dejó la conducción de su mánager Osvaldo Rivero (OR) y firmó con la empresa del Chino Maidana (CMP), curiosamente cuando estaba a punto de tener una chance mundialista. No es un problema de Gauto y Rivero, sino del boxeo argentino todo, porque atañe al modelo de organización y sienta un precedente que puede ser la piedra fundacional de otro, un cambio de sistema, algo así como un golpe de Estado que atenta contra la Carta Orgánica del boxeo argentino.

Rivero tenía un contrato hasta el 2023 con el boxeador, que su padre (Hernán) no negó en conversación radial con el programa “Planeta Boxing” de Radio CAD. Le pasaba una mensualidad pedida por el propio boxeador para que se mantuviera en estos meses de pandemia, que el padre tampoco negó, pero lo consideró “un asunto privado”. Y tenía semi abrochada dos chances: una mundialista por la OMB ante el campeón minimosca Elwin Soto, y otra, una eliminatoria AMB ante el 3º de ese organismo, Jesse Rodríguez. Y por si fuera poco, el promotor –y sus hijas, que tomaron gran parte del timón- dicen que lo consideraban “familia” y recibían en su casa junto a su esposa e hijo, por lo cual quedaron sorprendidos.

¿Cuál pudo haber sido el problema para abandonar la escudería? ¿O cuál pudo haber sido la oferta de Chino Maidana Promotions para tentar al púgil y a su padre -que fue quien se hizo cargo de la decisión-? ¿La plata? ¿Promesa de mayor dinero? ¿Mejor oferta boxística? ¿Más prontitud? ¿Quién buscó a quién? Es decir, ¿fue la gente de CMP quien se acercó al púgil, o al revés?

De más está decir que no es la primera vez que pasa esto de que se roban boxeadores entre promotores, aunque hay una sutil diferencia entre “robar” y “aceptar” a alguien, aunque tenga contrato firmado con otro. Pero no es lo mismo seducir a la mujer de tu amigo que ser seducido por ésta, más allá del problema ético, y de que en la mayoría de los casos no hay amistad entre los promotores, sino más bien odio.

El agravante es que esto arrastra también a la señal televisiva del país (TyC Sports), que invierte semanalmente en un ciclo para formar figuras y coronar campeones. Chino Maidana está vinculado a ESPN, por lo tanto Gauto cambiará de pantalla justo a las puertas de un título mundial, y por ende se llevará la cosecha de una siembra que TyC hizo desde cero. ¿Cómo tolerar eso? ¿Vale la pena entonces invertir?

A Gauto puede convenirle o no; puede ser campeón mundial o no; quizás gane más dinero, porque así sucede cuando una empresa surge y quiere fortalecerse, ¿pero saldrá bien?

Lo mismo hizo Rivero cuando se metió en el boxeo, comprando a Coggi, o seduciendo después a Omar Narvaes, que era de Mario Margossián. O quedándose con El Roña Castro, que tenía 3 mánagers. Y con el Zurdo Vásquez. Y con Marcelo Domínguez. Y con La Joya Cháves. Y a la vez perdió éste, a Sebastián Heiland y a Brian Castaño (entre otros), a manos de Sebastián Contursi, quien también se apoderó en su momento del Chino Maidana y Jesús Cuellar, que eran de Margossián. Sucedió siempre.

Sin embargo, en todos estos casos, o hubo motivos legales (fraudes), o no había contrato firmado, o estaba vencido, o se trató de promotores afines a TyC, por lo que la cosa empresarialmente “quedó en casa” y sólo se limitó a la guerra interna, con vendettas o litigios judiciales entre personas del mismo proyecto (TyC trabaja con Margossián, Rivero y Lewkowicz-Tello).

Pero la cosa ahora va más allá porque esta vez había contrato, inversión y planificación casi con final de obra. Y se suma a los éxodos del año pasado, con los casos de la Tigresa Acuña y la Pantera Farías, que aunque no tenían nada firmado, también pasaron de OR a las huestes del Chino.

¿Si es tan fácil romper un vínculo legal de la noche a la mañana sin motivo alguno e irse a otra empresa, para qué sirven? ¿Quién va a invertir en la carrera de un boxeador, para perderlo en la pelea grande así como así?

Ojo: las entidades mundialistas se enteran de esto. Poseen los contratos, que suelen respetarse, aunque a veces depende. Pero se entabla una guerra interminable donde todos pierden y nadie gana.

Este panorama global obliga a una reflexión: ¿está bien armado el sistema? ¿Es justo? ¿Es seguro? ¿No depende en gran parte de la fidelidad y honestidad de los protagonistas en el fondo, o de que no haya más ofertas? Y de ser así, ¿no tienen derecho los boxeadores a elegir su destino o la opción más conveniente?

Entonces la pregunta es si no ha llegado la hora de barajar y dar de nuevo. De que todos vayan al mejor postor. Que cada cual se preocupe por conseguir sus mejores condiciones para sus intereses: los boxeadores, para pelear; la TV, para televisar; los promotores, para organizar; y los mánagers, para ofrecer chances, a nivel nacional o internacional. Y al que no le gusta, que se dedique a otro negocio.

Y que la propia FAB intervenga con algún departamento de promoción -a comisión, claro-, y así elevar el nivel, pactar mejores peleas a plantel completo, y por ende, mejores bolsas. Y si no hay nada como la gente, que se transmitan peleas de afuera más atractivas. Libertad total. Sin casamientos, ni compromisos, como en esta sociedad.

Foto: Ramón Cairo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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