En otro fallo localista, la porteña Clara Lescurat retuvo su título mundial supermosca AMB, en un fallo no solamente injusto, sino inexplicablemente unánime, en otra noche negra efectuada en el Casino Buenos Aires. El trasfondo.
Por GUSTAVO NIGRELLI (especial para A LA VERA DEL RING)
La credibilidad del boxeo volvió a dañarse el último sábado en el Casino Buenos Aires. La porteña Clara Lescurat (35 años), quien fallando con honestidad e idoneidad perdió todas las vueltas (o casi todas) frente a la mexicana Regina Chávez (19), retuvo el título mundial supermosca AMB en fallo unánime.
No habrá sido paliza, pero sí amplia superioridad de la visitante. La azteca dominó todos los asaltos en todas las distancias -en especial la media, donde se desarrolló la lucha-, por mejor técnica, velocidad, precisión, cantidad de golpes (hasta 10 por 1 en algunos pasajes) y por ser más fuerte, un combo que encierra todas las premisas evaluatorias para fallar un combate.
Sin embargo, los tres jueces, lejos del criterio boxístico, y en general de cualquier espectador neutral, le dieron la pelea a Lescurat: Carlos Villegas (Argentina) y Cristian Delgado (Uruguay) por 97-93, mientras que a Gloria Martínez (USA/Miami) se le fue la mano con su 99-91, salvo que tuviera los rincones invertidos.
Hasta la Tarjeta de la Gente que propicia TyC Sports (la señal de cable que televisó el evento), que suele ser localista y tendenciosa, tenía victoria para la mexicana por 96-94. Y los colegas de la transmisión también, con un 98-92 algo amarrete para con la retadora.
El rechazo hacia el fallo no sólo avergüenza por el simple hecho de ser amantes del boxeo limpio y la transparencia, sino por conocidos trasfondos reñidos con la ética que lo ponen aún más en tela de juicio.
No es siquiera un secreto a voces que la pareja de Lescurat, el ex colega Lautaro Moreno, es el vicepresidente de la AMB, y ese dato de por sí conspira contra cualquier pureza y neutralidad, máxime cuando las cosas a simple vista se ven totalmente al revés, distintas a lo que se decretó, curiosamente en favor del caballo del comisario por ser el campeón, el local, o el favorito de la promoción.
Aunque no haya tenido nada que ver, ni haya habido ninguna “mano negra”, es imposible no relacionar las cosas en tal sentido, al igual que cuando a un compatriota le toca ir de visitante y sufre un fallo injusto, ni siquiera polémico.
Sorprende entonces cómo a veces se puede ser tan obvios. Las palabras omnipotencia, impunidad, e inescrupulosidad, revolotean inmediatamente por la cabeza de quienes juzgamos estos actos sin intereses creados -aunque no haya habido fraude-, simplemente porque, como reza un viejo adagio, “la mujer del César no sólo debe serlo, sino parecerlo”.
Sin embargo, Lescurat, quien de lo que haya o no pasado nada tuvo que ver y es absolutamente inocente, adolece de un problema grave: la falta de autocrítica. O al menos, no es su fuerte, y eso parece otorgarle atribuciones para ser juez y parte.
Sin ir más lejos, tiene cierta paranoia contra la prensa cuando es criticada, tanto que se ha atrevido a cuestionar a colegas en público con escasa humildad, y esta vez no fue la excepción, ya que hizo un “vivo” luego, despotricando injustamente contra los colegas de TyC Sports, que más allá de haberla visto perder (hubiese sido alarmante que así no fuera), fueron respetuosos con ella, y hasta demasiado suaves en sus conceptos.
Es que cuando la cosa es al revés y el perjudicado es un compatriota, se escuchan críticas como “Robo a mano armada”, “Llamen a la Policía”, “Delincuentes”, “Cadena perpetua”, “Todos a la cárcel” y demás epítetos, algunos graciosos, y, dentro del lenguaje periodístico, en claro sentido figurado, aunque a veces el aludido lo tome a mal y hasta llegue al extremo de mandar una Carta Documento. En este caso no sucedió nada de eso y todo fue en un tono por demás moderado, vaya a saberse porqué, aunque en el fondo, se deduce.
“Afuera nos roban, acá robamos nosotros”, suele ser el argumento utilizado por algunos promotores y dirigentes para justificar tales conductas, lo cual desnuda una realidad: a confesión de partes, relevo de pruebas. El problema es que aunque uno crea hacer justicia de ese modo, pagar injusticia con injusticia es doble injusticia, al menos para la esencia del boxeo.
Pero lo más triste es que hoy en día prácticamente ha desaparecido el rol de la prensa independiente, ya que las redes sociales o páginas web son manejadas por “agentes de prensa”, que hacen más las veces de propagandistas, o voceros del dueño del circo que le paga, más que de periodistas. Son comunicadores de una voz que impone –o sugiere- la dirección del mensaje. Tal vez por eso también se perdió la crítica, y con mucha más razón, la autocrítica.
Es que el marketing es el hermano bobo del periodismo, o mejor dicho, el hermano corrupto que se traiciona a sí mismo y negocia su opinión -o punto de vista, bueno o malo, pero sincero- a cambio de cosas que son mucho más seductoras que poner el pecho, la cara, o el lomo. Y no siempre es plata –lo cual tampoco tendría nada de malo, más allá de lo ético-, sino a veces poder, beneficios, preferencias, prioridades, etc, sin compromiso con la verdad y la imparcialidad. Igualito que los jueces.